La relación entre EE.UU. y Europa, desde la guerra mundial, ha sido muy parecida a un largo romance. Quien haya vivido una historia de amor sabe que las relaciones amorosas siempre evolucionan, igual que evolucionan los propios amantes. Por eso las dos personas que ponen final a un romance no son ya las mismas que lo iniciaron: el tiempo las ha cambiado y ha cambiado la relación que mantenían.
Hace tiempo que EE.UU. ya no es el redentor de una Europa destruida y la misma Europa se ha convertido en un poderoso agente político y económico mundial. La revelación del espionaje masivo estadounidense a la Unión Europea y a Alemania (en busca de información diplomática y económica) anuncia el fin de su romance. Europa es vista como competidor y tratada como tal. Y si en ella persiste aún el espejismo de su antiguo amante es porque buena parte de la élite política, económica y mediática europea ha sido moldeada por EE.UU. a su medida.