El horror cansa. La repetición de imágenes y noticias atroces desgastan el ánimo, minan las fuerzas. Por eso muchas veces la reacción es cerrar los ojos, mirar a otra parte. Esa es siempre la ventaja del verdugo: sus actos son tan abominables que pronto caen en el olvido. O parafraseando a Karl Kraus: los hombres toleran que se comentan atrocidades, pero no que se hayan cometido.
¿Cuánto se tardará en decir que el golpe militar egipcio es un monumental error? Ya empiezan a alinearse los cuerpos de las víctimas de la represión del ejército en Egipto. Medio centenar en la última hornada. La Unión Europea ha cerrado los ojos por anticipado, como si adivinase lo que se venía encima, y su silencio se vuelve ya una autoacusación. Ahora empieza el conteo de muertos y llegará el momento en que se hable de falta previsión. Hasta entonces toca soportar la retórica de quienes retuercen las palabras para justificar lo injustificable.
