Se dice que el presidente del gobierno español tiene un humor zumbón y muy gallego, ideal para comentarios de pasillo. Pero maldita la gracia que tiene cuando lo aplica a la política con mayúsculas o a lo que debiera ser política con mayúsculas. Mientras toda España asiste indignada a las revelaciones de Bárcenas, el ex tesorero todopoderoso del PP, en las que habla de los sobresueldos a dirigentes (incluido al propio Rajoy) y de la contabilidad B del partido, el presidente se queja de que se cuenten las cosas malas en vez de contar “las cosas importantes y buenas”.