Tengo que comenzar este comentario señalando que la mayor parte de los libros que he leído escritos a base de fragmentos de reflexiones, imágenes o relatos, me han parecido experimentos incompletos que me dejan con la frustración de lo que el libro podría haber sido. Por eso siento una instintiva desconfianza hacia la llamada literatura fragmentaria. Sin embargo, cada tanto llega a mis manos un libro que viene a recordarme lo estúpido que es ese prejuicio, porque el problema no es la forma, sino el talento.
Tal es el caso de “Arena negra”, del venezolano Juan Carlos Méndez Guédez, un libro de sólo 89 páginas, compuesto por algo más de un centenar de fragmentos, en el que he quedado literalmente atrapado durante cuatro días, disfrutándolo con lentitud, para mejor apreciar su escritura y, sobre todo, para no verme obligado a salir de su mundo.
He dicho un libro y no una novela porque la palabra novela no me parece que alcance a definir cabalmente este texto deslumbrante. En mi opinión, “Arena negra” es más bien la huella de una novela, su sombra, el desplazamiento de aire que dejan a su paso los personajes de una novela. Una hazaña de magia literaria que proyecta con su claroscuro en la imaginación del lector la imagen completa de un libro inexistente: esa novela de la que él mismo es sombra.
Cada frase del libro aparece como una epifanía, un momento de lucidez en el que lo que no se narra se define por las reflexiones, las evocaciones, las consecuencias que deja. Pero, y ahí está el milagro del texto, hay una profunda coherencia que traza vínculos sutiles entre todo aquello que sí se narra, una coherencia que el lector va descubriendo conforme avanza en la lectura.
Cada fragmento del libro viene precedido de una letra del abecedario, un recurso que desconcierta al inicio, como desconciertan las rayas blancas pintadas en el suelo en la película “Dogville”, de Lars von Triers, para señalar los espacios que representan a las casas del pueblo donde transcurre. Pero de igual modo que en el filme, al poco tiempo uno va comprendiendo que esa estructura esquemática en el libro de Méndez Guédez tampoco es un capricho, sino una invitación a la imaginación, que se llena de sentido cuando el mismo texto revela que cada una de esas letra conforma “un inventario de ausencias”. Porque eso es “Arena negra”, un sutil, dolorido y conmovedor inventario de ausencias.
Ausencia del padre que se fugó dos veces de su casa canaria rumbo a una Venezuela misteriosa, pozo sin fondo de la emigración española de la posguerra. Ausencia de una madre a la que la vejez priva de voz. Ausencia de una amiga cuya vida inspira a un poeta con más éxito en su escritura que en sus escarceos amorosos. Ausencia de unas islas Canarias que son pasado de miseria, metáfora de soledades convividas sin ser compartidas.
La huella de la novela que el lector descubre en “Arena negra” es la de un relato de pérdidas y desencuentros, un relato de emigraciones y de mujeres doblemente solas, la historia de un esfuerzo: el de llenar con palabras el hueco que deja una vida hecha de fugas y de esperas, de terribles esperas que duran la vida misma.
La escritura de Méndez Guédez combina con perfección la dureza de las emociones y las vivencias de sus personajes con una piedad desvestida de afectación, mediante un lenguaje que sin dejar nunca de ser narrativo sabe tomar de la poesía todo lo necesario para extraer de cada palabra,de cada metáfora, de cada diálogo todas sus potencialidades sin resultar cansino.
Es asombrosa la cantidad de frases que uno va subrayando durante la lectura de estas breves páginas. Es tal el impacto de lenguaje, imágenes y situaciones, que el lector necesita detenerse, volver a leer esa línea, anotarla: “ Cada momento del mundo es el nacimiento de una pequeña diferencia”; “Los espejos solo conocen su presente. Nadie ha visto ni verá la memoria de un espejo”. La admiración se mezcla con la envidia ante esa potencia visual y conceptual al mismo tiempo.
Emigrante él mismo en España desde hace años, es difícil no sospechar en la huella de esa novela que es “Arena negra”, otra huella aún más profunda, oculta bajo los avatares de sus personajes: la de su autor transterrado, que al convertir su tierra venezolana de origen en una sombra para sus personajes españoles, nombra también su propia ausencia.
Hay muchas reflexiones sobre la propia escritura en el libro (nada más lógico cuando se ha afirmado que el agujero de la ausencia se puede llenar de palabras) y en un momento se afirma que “ la obra perfecta es la obra extraviada, la que era una posibilidad nunca cumplida”. Méndez Guédez ha enfocado la luz de su escritura sobre la novela que no llega a escribir el personaje del poeta, y la sombra que proyecta (y que da relieve y forma a esa novela extraviada en la imaginación del lector) es esta “Arena negra”. Un libro extraordinario.
El libro: Arena negra. Juan Carlos Méndez Guédez. Editorial Casa de Cartón. Madrid. 2013. 89 páginas.
El autor: Juan Carlos Méndez Guédez (Barquisimeto, Venezuela, 1967). Escritor y gestor cultural. Participó en las antologías Líneas aéreas y Pequeñas resistencias. Su novela Arena Negra obtuvo el Premio de los Libreros en Venezuela. Ha obtenido los premios Ciudad de Barbastro de Novela Corta, Ateneo de La Laguna y el Narrativa Breve de la Embajada de España. Es autor de una docena de libros, entre los cuales se encuentran las novelas El Libro de Esther, Tal vez la lluvia y Chulapos Mambo, y los libros de cuentos Hasta luego, mister Salinger, Tan nítido en el recuerdo, La ciudad de arena e Historias del Edificio.