Era inevitable que en plena crisis las elecciones europeas dejaran de ser un trámite burocrático para convertirse en termómetro de la realidad política y social: por si los Señores de los Mercados todavía no se habían enterado, la austeridad (recortes) impuesta ha hecho estallar el equilibrio de fuerzas en el continente.
Sus partidarios han tenido un espectacular retroceso, salvo en el feudo de los beneficiarios de la crisis: Alemania. Tras el descalabro de los partidos socialistas, supeditados a la lógica de los mercados, una nueva izquierda democrática, que el discurso oficial tacha propagandísticamente de radical, emerge en Grecia, Portugal y España, donde la irrupción de Podemos es también un aviso a Izquierda Unida sobre la necesidad de refundar la izquierda. La mala (muy mala) noticia es el rebrote general del fascismo, con un preocupante triunfo del FN en Francia. Y es que algo huele a podrido en Europa.