La izquierda que ha votado a Macron para impedir el triunfo de Marine Le Pen no debe conceder al nuevo presidente ni un día de respiro. La ambigüedad calculada de este oportunista de la política le ha servido para llegar al poder sin pertenecer a ningún partido tradicional. Ahí ha estado su fuerza. Ahí está también su debilidad.
Francia le ha cerrado la puerta al fascismo (porque eso representa el FN, aunque los grandes medios lo enmascaren recurriendo al concepto-papelera de “populismo”). La izquierda alternativa ha cumplido un primer deber: permanecer fiel a la lucha antifascista. Con una generosidad hacia su adversario ideológico que cabría preguntarse si habría sido recíproca si fuera Mélanchon quien hubiera pasado. La tarea ahora es desplazar del gobierno al neoliberalismo en las próximas elecciones con una oposición que presente un modelo social diferente y evite que la desesperanza siga dando alas al FN.