Ni siquiera la muerte nos iguala. Los civiles muertos en las ciudades libias de Sirte y Tahuerga ni cuentan ni se cuentan. Ya se murieron en vida porque hay adjetivos que dibujan dianas sobre el cuerpo. Gadafista es uno de ellos. Y los bombarderos de la OTAN no se cansaron de protegerlos día y noche con su manto amoroso de metralla hasta concederles el sueño eterno. Mientras, el recuento de los muertos de Misrata, que perviven en grabaciones de cámaras y teléfonos móviles, no cesa porque hay adjetivos que dibujan sobre el cuerpo el botón Rec. Y rebelde es uno de ellos.
Dicen, sin embargo, que todos los muertos comparten una propiedad: al fallecer, sus cuerpos pesan 21 gramos menos. La pobre medida del alma. Ahora que en el Consejo de Seguridad de la ONU se exige proteger a los civiles sirios, quienes piensan ya en atribuir dianas y botones Rec. harían bien en correr a la pesa más cercana. Hay quienes pierden los 21 gramos en vida.