Cuando una fuerza política de izquierdas (Podemos) ofrece a otra de izquierdas (PSOE) un pacto de gobierno y ésta en vez de negociar con la primera corre a pactar con una de derechas (Ciudadanos), resulta muy chistoso que luego se venga diciendo que la primera fuerza es la que impide que haya un acuerdo. Invocar las formas en que se planteó la posible negociación como obstáculo insalvable para iniciarla es negar el punto de partida negociador (toda negociación parte de puntos de fricción) y parece un segundo chiste habida cuenta los meses de descalificaciones desde el PSOE contra Podemos.
Como tan línea roja es imponer el pacto con Ciudadanos como rechazarlo, lo que queda claro es que el PSOE no quiere gobernar con la izquierda. Así de simple. Prefiere hacerlo con la derecha. Si al final el PP no se abstiene en nombre de la estabilidad, habrá elecciones. Buena ocasión para poner al PSOE en el lugar que él mismo se ha buscado.
Tras varias semanas de confusión en las negociaciones para formar gobierno en España empieza a verse la jugada en la que está embarcado el líder del PSOE. Su acuerdo con Ciudadanos, aunque insuficiente en sí para gobernar, sirve para bloquear a la izquierda y ganarse a la derecha.
Por un lado neutraliza a Podemos e IU, forzándolos a aceptar el protagonismo de la derecha en el diseño de las políticas del nuevo gobierno so riesgo si se niegan de ser presentados como destructores del “cambio” (aunque un cambio con la derecha como principal aliado sea un ejemplo perfecto de viaje a ninguna parte). A cambio de esa neutralización, el PP podría permitir con su abstención un gobierno pretendidamente centrista, reservándose el papel de espada de Damocles. La estrategia del PSOE lleva enmascaradamente a la gran coalición que el establishment desea y la opinión pública rechaza. Otro paso en el divorcio entre poder y ciudadanía.
Las negociaciones del líder del PSOE, Pedro Sánchez, para intentar formar gobierno son un buen ejemplo de que, en política, el orden de los factores altera el producto, y mucho. Partir de un acuerdo con Podemos permitiría buscar atraer a la derecha centrista hacia posiciones de progreso (algo que entraría en la lógica de una hegemonía política no sectaria, pero que sólo sería posible desde un pacto de izquierdas para vencer las lógicas reticencias de Podemos).
Pero elegir formar gobierno a partir de un acuerdo con Ciudadanos, esperando lograr el apoyo final de Podemos o su abstención, es mantener el modelo seguido por el PSOE hasta hoy de confiar en los representantes del orden establecido para una gobernabilidad que termina en mal gobierno. Es confundir otra vez estabilidad con establishment. Priorizar a Ciudadanos es apostar por los poderes fácticos, cuando son justo esos poderes los que urge remover en España.