El Secretario de Estado John Kerry califica de “obscenidad moral” el uso de armas químicas contra población civil en Siria, del que responsabiliza al gobierno sirio. La palabra obsceno define en efecto ese ataque, como define igualmente los ataques con drones que el gobierno de Obama perpetra en varios países con miles de muertos civiles. Vivimos tiempos obscenos.
Obscena es la guerra civil que se libra en Siria, las matanzas perpetradas por el ejército y por la oposición. Obscenos el uso de ese horror por parte de EE.UU., Francia e Inglaterra para poner en marcha el horror de una nueva guerra al margen de la ONU y sus prisas por atacar justo cuando la ONU está investigando sobre el terreno. Esta histérica aceleración belicista recuerda a la que acompañó a los verificadores de la ONU a su llegada a Irak. Con esos antecedentes haría falta más prudencia. ¿O quizás lo que se teme es que el informe de la ONU no sea el que conviene?
El desvarío de estos tiempos virtuales está llegando a niveles clínicos. Las noticias parecen sacadas de una serie televisiva. Al día siguiente de su condena, el soldado Manning dice que se llama Chelsea porque se siente una mujer, muestra su foto en plan rubia fatal y pide un cambio de sexo.
Los dirigentes que proclaman la igualdad revolucionaria en Venezuela llaman “maricón” al líder de la oposición. La superasesora del Papa se fotografía como si fuera un personaje de Sex in the city. Sesudos intelectuales explican por qué masacrar a miles de civiles como ha hecho el ejército egipcio es un gesto democrático. El único presidente premio Nobel de la Paz en activo juega con el telecomando de sus drones para matar sin riesgo y sin juicio. Y hay adolescentes en Oklahoma que asesinan a cualquiera por aburrimiento. Se decía que la realidad imita al Arte, pero la realidad a quien imita es a la Tele. Y su guionista se ha vuelto loco.
El ex dictador Mubarak está a punto de salir de la cárcel (si no ha salido cuando lean esto), mientras los cuerpos de mil ciudadanos egipcios entran en las fosas tras las masacres del ejército. El novio del periodista Greenwald fue retenido e interrogado por las autoridades británicas en aplicación de la ley antiterrorista, sin que nadie le preguntara por ningún terrorismo sino por los papeles de Snowden, mientras el agua radioactiva de la central de Fukushima se salía de los tanques. El soldado Manning regresó a la cárcel tras el juicio para cumplir 35 años de condena, mientras el presidente Correa decidía sacar petróleo de la Amazonia dizque para combatir el hambre hoy, pero apostando por la catástrofe mañana.
En la cárcel, la tumba o el silencio entran quienes se rebelan contra este tiempo de injusticias, mientras el poder se sale siempre con la suya: consagrando viejos privilegios o traicionando promesas nuevas.
Pocas cosas resultan tan placenteras como el espectáculo de la inteligencia en acción. Y esta novela de la escritora española Marta Sanz es rabiosamente inteligente. De una inteligencia presente en la misma estructura del texto: dos relatos alternados, dos voces que, en realidad, pertenecen a la misma persona.
De un lado, está la voz de Catalina, la narradora protagonista que recuerda (más bien, revive, porque la memoria se cuenta en presente, dando al recuerdo un dinamismo irresistible), con casi cincuenta años, el tiempo en que tenía doce y su vida saltó por los aires. Del otro, está el guión de un documental realizado por la misma Catalina sobre las actrices del destape, la irrupción del desnudo femenino en el cine de los años de la Transición Política y los inicios de la democracia, y el cambio de mirada social sobre el cuerpo de la mujer.
Dos registros de lenguaje diferentes que se complementan con una eficacia ejemplar y que seguramente pondrán de los nervios a los amantes de las categorías establecidas y de la pereza intelectual, pero que a mí me han impedido soltar el libro hasta terminarlo.
El gran acierto de esta novela radica precisamente en la elección de esas dos voces y en la manera de trabajarlas. Catalina niña se desdobla en un personaje imaginario, Daniela Astor, en el que proyecta sus sueños de preadolescente, y su recuerdo se llena de metáforas y referencias a la vida cotidiana de aquellos años 70, marcas de productos y refranes, chascarrillos televisivos y chistes escolares, todo ello sin concesiones a la sociología, porque para eso está el documental: para articular un discurso más analítico e irónico. Catalina adulta oye (y el lector oye con ella) a esa niña que desde el pasado cuenta cómo iba dejando de serlo mientras la dictadura en la que nació iba transformándose también en otra cosa.
Toda la novela es un juego de desdoblamientos, como ese descubrimiento colectivo del propio cuerpo que las mujeres españolas tuvieron que hacer desdobladas en aquellas actrices que protagonizaron escándalos y quemaron sus propias vidas al exponer, a la vista de todos, el fuego de unas pasiones reprimidas oficialmente durante décadas. Un cuerpo que habían habitado sin que se les hubiera dado nunca realmente el derecho a gobernarlo.
La voz de Catalina (su voz de niña feroz, su voz de adulta dolorida) es tan creíble como lo es el guión de su documental, en el que el lector casi cree estar viendo las escenas que se cuentan, el desfile de mujeres –Susana Estrada, Amparo Muñoz, Marisol, Nadiuska, Bárbara Rey…− que forman parte ya de la memoria de una educación sentimental cuyo agrio balance es reflejado con maestría en el desenlace del libro y del propio documental. Y el lector asiste al paso arrollador de la Historia por las vidas de los personajes, al modo en que el juego de leyes y retóricas termina por transformase en la trampa donde naufragan.
Marta Sanz ha escrito una novela arriesgada, de las que exigen del lector atención y complicidad, pero que en su caso devuelve a cambio de ese esfuerzo una narración poderosa y atractiva que te arrastra como en un torbellino de tiempo hacia una España en la que se germinaron trágicamente todas las contradicciones que hoy la sacuden. No se me ocurre una manera más brillante ni más inteligente de devolver a la realidad una posición central en la literatura sin ceder un centímetro en la búsqueda literaria y en la ambición de estilo.
El libro: Daniela Astor y la caja negra. Marta Sanz. Editorial Anagrama. Barcelona. 2013. 263 páginas.
La autora: Marta Sanz (Madrid, 1967). Narradora, poeta y ensayista. Autora de las novelas El frío, Lenguas muertas, Los mejores tiempos (Premio Ojo Crítico 2001), Animales domésticos, Susana y los viejos (finalista Premio Nadal 2006) y Lección de anatomía. Como autora de novela negra ha publicado Black, black, black, El diario de Edith y Un buen detective no se casa jamás. Es autora de los poemarios Perra mentirosa, Hardcore y Vintage. En 2007 ganó el Premio Mario Vargas Llosa NH de Relatos por Regalos.
El blog “Fuera del juego” incorpora una nueva sección titulada Bitácora de lectura. Desde su nacimiento, el blog ha tenido el doble propósito de comentar la actualidad política, social y cultural y reflexionar sobre literatura. En la sección Cada día se comenta la actualidad, siempre con textos de la misma extensión: 777 caracteres como reto formal que obliga a disciplinar la escritura y evita el comentario facilón.
Con más extensión, en Bitácora de lectura comentaré libros, como escritor-lector, sin otro criterio que el descubrimiento personal de la obra. Algunos serán recientes y otros, clásicos o publicados hace tiempo. Se trata de hablar de literatura desde el tiempo de la literatura, que no es el de la urgencia periodística sino el de la permanencia de las ideas. Libros en los que, al término del viaje que es toda lectura, el viajero-lector ha enriquecido la cartografía de su propia vida. Bienvenidos a bordo.
La actitud del gobierno militar egipcio parece diseñada para alimentar las filas de los terroristas islámicos. Un manual de instrucciones de Al-Qaeda para reclutar militantes no sería más eficaz. El desalojo de la acampada en apoyo al depuesto presidente Morsi se ha saldado con una nueva matanza de civiles, cometida por un gobierno golpista en nombre de la democracia y el laicismo. Qué sangriento sarcasmo.
El FMI, con su acostumbrada falta de piedad (tan “eficaz”, como se ve en Grecia), ha recomendado a España una bajada salarial general del 10%. Las llamadas instituciones internacionales, que se pretenden entidades mediadoras, actúan en realidad como instrumentos de dominación del capital. Y las políticas que aconsejan (e imponen) son las que convienen a los intereses del gran capital disfrazados de interés público.
El periodismo no es un negocio. Y cuando se convierten en uno, deja de ser periodismo para transformarse en herramienta de manipulación. No ser un negocio no significa que haya que tirar el dinero, significa que obtener beneficios económicos no es el objetivo de esa actividad.
Nunca ha habido tantos lectores y nunca ha estado la literatura tan amenazada. En otras épocas fue más perseguida, pero peor que la falta de libertad, contra la que la literatura misma es arma poderosa, es la falta de curiosidad y apoyo de los lectores. Hoy se lee más, pero se lee lo mismo. Es una lectura clónica. Y la diversidad del ecosistema literario agoniza. Se reclama el derecho a la diferencia, y se actúa como mimético consumidor de libros producidos en cadena. Se clama por salarios dignos y derechos sociales, y se piratean los libros que otros han escrito con años de trabajo, privándoles incluso de lo poco que ganaban.
Momentos antes del terrible accidente del tren que ha costado la vida a 79 personas cerca de Santiago de Compostela, el maquinista estaba hablando por teléfono con el interventor del tren. Las autoridades acusan al conductor de homicidio por imprudencia y el juicio determinará si atender esa llamada fue causa de su distracción y si, proviniendo del teléfono corporativo de uno de los miembros del equipo del tren, violó o no las reglas de seguridad al responder.