Hoy se han clausurado en Madrid las II Jornadas internacionales sobre literatura y cine españoles contemporáneos, organizadas por la asociación ALCES XXI: medio centenar de escritores, críticos y profesores reunidos en un ejercicio de inteligencia y debate colectivos que, como síntoma de los tiempos, no ha tenido apenas eco en los medios.
La cultura y la literatura que tratan de reflexionar sobre las contradicciones de este tiempo de escaparates y marginalidades tienen cada vez más rasgos undergound (prueba de que lo realmente importante está sucediendo hoy fuera de nuestra vista). Y mientras tanto, los vagones del metro de Madrid se llenan de viajeros armados de e-book, paradoja de la picaresca española porque el mercado del libro electrónico no despega. En las reuniones de ALCESXXI se habló de espectáculo y de la función de la cultura en el capitalismo. Deberían haberse retransmitido en directo por la tele.
Se dice que el presidente del gobierno español tiene un humor zumbón y muy gallego, ideal para comentarios de pasillo. Pero maldita la gracia que tiene cuando lo aplica a la política con mayúsculas o a lo que debiera ser política con mayúsculas. Mientras toda España asiste indignada a las revelaciones de Bárcenas, el ex tesorero todopoderoso del PP, en las que habla de los sobresueldos a dirigentes (incluido al propio Rajoy) y de la contabilidad B del partido, el presidente se queja de que se cuenten las cosas malas en vez de contar “las cosas importantes y buenas”.
Hace unos días, durante su periplo africano, la prensa internacional publicó una fotografía que bien merece una reflexión. En ella se ve a Obama de espaldas, en la celda donde estuvo preso Nelson Mandela, mirando por la ventana enrejada y con las manos en los bolsillos. Una foto de una naturalidad tan natural que parece impostada. Que el primer presidente negro de EE.UU. visite el lugar donde estuvo preso por décadas el líder negro mundial por excelencia, tiene toda la lógica.
Lo inevitable es preguntarse en qué piensa Obama mientras mira por esa ventana. ¿Imagina a Mandela en ese mismo lugar? ¿Se pregunta qué estarán mirando los presos que él mantiene ilegalmente encerrados en Guantánamo, alimentados con sondas y cargados de grilletes, como reos medievales? ¿O piensa en el fotógrafo que le retrata, en los réditos que su visita puede proporcionar a su imagen pública, en si debiera sacar o no las manos de los bolsillos?
El horror cansa. La repetición de imágenes y noticias atroces desgastan el ánimo, minan las fuerzas. Por eso muchas veces la reacción es cerrar los ojos, mirar a otra parte. Esa es siempre la ventaja del verdugo: sus actos son tan abominables que pronto caen en el olvido. O parafraseando a Karl Kraus: los hombres toleran que se comentan atrocidades, pero no que se hayan cometido.
1: El prodigio de dos sillas, mejor: del espacio entre dos sillas. Mirar el mundo desde otro lugar. 2 y 3: Los encuentros inesperados (los otros son citas) en un puente hoy lleno de candados que pretenden representar al amor como si el amor fuera una celda. 4: Un paraguas abandonado, huérfano como sólo lo son los objetos que el hombre construye. 5 y 6: Las conversaciones de los amigos, como moscas que trazan en la habitación dibujos invisibles. 7: Palabras vertidas en un texto como fluido del cuerpo, con un lenguaje que parece el de todos y no lo es porque, si lo fuera, ¿dónde estaría el milagro? 8: Las solitarias horas de escritura, siendo uno (tal vez Cortázar) y todos los otros. 9: Lo más extraño, llegar a otras manos, la caricia de los ojos.
Cielo: Y que pasen 50 años y ser sólo sombra y aun así estar presente. Haber vivido el momento justo. Si ayer fuera hoy, la rayuela sólo sería un juego de niños. Y su autor, otro autor frustrado.
*Link al especial del diario El País dedicado a los 50 años de la publicación de “Rayuela”, de Julio Cortázar: http://elpais.com/tag/c/4cb7d67ebdb2cb7fe7be32588baf42f2
Si hay algo intelectual y moralmente insoportable en los tiempos que vivimos es la despreocupada contradicción entre lo que se pregona y lo que se hace o se permite que se haga. No hay mandatario europeo que no se llene la boca con las palabras libertad y democracia. Se defienden como valores absolutos (y como tales se utilizan para intervenir y condicionar la vida política de otros países), pero se practican como valores relativos, según los intereses.
El último caso es Egipto. Los malabarismos de la Unión Europea para no llamar golpe de Estado a lo que es un golpe de Estado en toda regla resultan patéticos. El triunfo del islamismo allí fue resultado de unas elecciones validadas, y permitir que las legítimas protestas contra Morsi se conviertan en un ilegítimo golpe militar es no sólo invocar al fantasma de Argelia (donde una parecida maniobra abrió las puertas al terror) sino devaluar el concepto mismo de democracia.
Angela Merkel, presidenta alemana y mandamás de la UE, ha dado una larga entrevista a los principales diarios europeos para defender las virtudes de la austeridad y, sobre todo, desengañar a quienes piden un cambio de rumbo. En ella sobresale la perla de una frase para la posteridad: “Es lamentable el poco compromiso de los ricos en la crisis”. ¿Pero en qué mundo vive quien dirige hoy los destinos de Europa?
Mientras a los trabajadores se les obliga con leyes, jueces y policía a aceptar las bajadas salariales, a trabajar más horas y jubilarse más tarde, a perder subsidios de paro y sufrir recortes en la sanidad y la educación que pagan con sus impuestos… a los ricos se les echa en cara su poco compromiso. El sacrificio de los trabajadores se decreta, el empresarial se suplica (en vano). No se sabe si la señora Merkel es una caperucita que pide a los lobos que se solidaricen con las ovejas o si nos toma colectivamente por idiotas.
*Link a la entrevista de Angela Merkel: http://internacional.elpais.com/internacional/2013/07/02/actualidad/1372767647_116838.html
Las autoridades europeas han infligido una ofensa inaceptable al presidente de Bolivia, Evo Morales, cuyo avión, de regreso de un viaje a Moscú, no ha podido atravesar los espacios aéreos de Francia, Portugal e Italia. Una actitud hostil basada en la “sospecha” de que Morales se hubiera llevado consigo a Snowden, cuya persecución ha decretado EE.UU. por sus revelaciones sobre el espionaje mundial.
Tratar a un presidente electo como si fuera un delincuente muestra una doble vara de medir y un escandaloso servilismo de los gobiernos europeos ante EE.UU. que deja en nada sus protestas ante el espionaje revelado pues, a la hora de la verdad, actúan como guardianes del imperio (¿cómo no hablar de Imperio estadounidense tras este espectáculo?). Una violación tan grosera del elemental respeto diplomático debiera llevar a los mandatarios latinoamericanos a apoyar a Morales y a hacer valer su independencia y derechos.
La pleamar de corrupción ahoga las democracias cuando, según la retórica oficial, ésta ha triunfado sobre el totalitarismo comunista. Es lo que tiene la propaganda: a fuerza de repetirla, uno termina por creérsela. Claro que, a fuerza de repetírsela a otros, esos otros también pueden acabar por creérsela. Y los ciudadanos del siglo XXI se han tomado en serio que democracia es el gobierno del pueblo. De ahí sus protestas cuando el capital trata de derribar los logros sociales.
Desprovista de adversario, la democracia ha resultado ser la máscara del capitalismo necesaria para combatir las ideas socializantes, una máscara que molesta cuando nadie pone en cuestión el orden establecido. Por eso la arrogancia del poder ha crecido hasta el descuido, dejando entrever la verdad profunda del sistema: ya sea en el Vaticano, en Washington, Madrid o París la corrupción ha dejado de ser la excepción para convertirse en regla.
Cuando la sociedad cambia, se produce un desajuste entre lenguaje y realidad, y las viejas palabras son incapaces de nombrar fielmente las nuevas formas sociales. Con la militarización de la política internacional y en medio de la revolución de las comunicaciones y la globalización, estamos asistiendo al desapercibido nacimiento de una nueva forma de gobierno que no encaja en los conceptos existentes de dictadura y democracia.