Sigue el aluvión de críticas tras la revelación de que el gobierno de EE.UU. lleva años interviniendo comunicaciones dentro y fuera del país y espiando a periodistas. Obama ha respondido que se trata de una pequeña pérdida excepcional de libertad y privacidad necesaria para combatir eficazmente al terrorismo.
El FMI ha señalado que en la política de austeridad impuesta por la Unión Europea a Grecia se infravaloró el impacto negativo que ésta tendría sobre el crecimiento, el paro y las condiciones de vida de los griegos. Ese “error de cálculo” de las autoridades europeas se suma a otro “error”, el de los autores intelectuales de la receta de austeridad frente al déficit, los economistas Reinhart y Rogoff, quienes excluyeron en su teoría, casualmente, a los países cuyas economías no habían reaccionado según su modelo. Un “despiste” que ha costado ya millones de parados, pobreza, desesperación y hasta suicidios.
No hace falta un doctorado para prever que si el Estado deja de invertir y la mayoría de los ciudadanos ve reducido su salario y aumentados sus gastos en sanidad, educación y alimentación, el país se empobrece y los únicos que ganan son los acreedores. El problema es que estos “errores” no los pagan quienes los cometen.
El soldado Bradley Manning, autor de la filtración de papeles secretos a Wikileaks, que puso al desnudo los trapos sucios de la diplomacia de EE.UU., va a ser juzgado en un proceso rodeado de secretismo y después de tres años de detención en condiciones que, si no se tratara de una cárcel estadounidense, habrían sido calificadas unánimemente de infrahumanas y degradantes: aislamiento total, interrupciones constantes del sueño y largas horas de desnudez.
Con la excusa de la seguridad nacional (que autoriza a quienes la emplean a todo: a matar a civiles inocentes “accidentalmente” con el uso de drones, a secuestrar y encerrar sin juicio a sospechosos…), Manning es acusado incluso de ayudar a Bin Laden, cuya utilidad para la represión no termina ni aún después de muerto. Contrariamente al filme de Spielberg en esta ocasión se trata de condenar al soldado Manning. La sentencia tiene todos los visos de estar ya dictada.
El escritor Antonio Muñoz Molina acaba de ser galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, que ya ha recaído en autores de la talla internacional de Paul Auster, Amin Maalouf o Vargas Llosa. Tras su entrada en la Academia de la Lengua Española, este premio consagra a Muñoz Molina como referente de una generación que alcanzó la mayoría de edad durante la Transición Política o en los primeros años de la democracia, con autores como Julio Llamazares, Manuel Rivas, Javier Cercas, Almudena Grandes, Juana Salabert, Alejandro Gándara o Ignacio Martínez de Pisón.
La obra de Muñoz Molina vuelve, con ironía y mirada crítica, a la guerra civil, la lucha antifranquista y las incertidumbres de la transición, y busca en el presente el eco de las intolerancias que han marcado la Historia de España. Una obra extraordinaria que da cuenta de la educación sentimental de una generación literaria que ya ha hecho historia.
Por razones, como se suele decir, ajenas a la voluntad del autor de este blog, “Fuera del juego” ha faltado a su autoimpuesta cita diaria en el ciberespacio los dos últimos días. Y lo ha hecho con pesar porque hoy es más necesario que nunca mantener tendido el hilo de la comunicación: marchamos colectivamente sobre el abismo y su falta nos hace sentir el vértigo de la caída.
Queipo de Llano, Varela, Aranda… los principales generales de Franco fueron sobornados por el servicio secreto inglés para evitar que Franco entrara en la guerra al lado de Hitler, según los archivos británicos desclasificados. La neutralidad como pingüe negocio. ¿Cuántos vidas humanas no fueron segadas en nombre de la patria por los militares que se alzaron contra el gobierno de la República? ¿Cuántas veces, quienes sufrieron la guerra o quienes padecieron luego la interminable posguerra, oyeron a los militares franquistas proclamar que el interés de la patria estaba por encima de todo: de la política, de la libertad, de la vida misma?
Esa cantinela patriótica y sangrienta repetida hasta la náusea no fue más que un cuento cruel. Es algo que sabían sus víctimas y algo que sospechaban las personas que no estaban cegadas por los prejuicios. Hoy el algo históricamente demostrado. Al final su patria era su bolsillo.
Es una lógica aberrante: estar en paro es malo, con las actuales condiciones laborales los empresarios no se animan a contratar, luego hay que crear condiciones laborales a su gusto. A los trabajadores se les exige que renuncien a un salario digno, a la seguridad en el puesto de trabajo, a un horario de ocho horas, a parte del subsidio de desempleo y de los servicios médicos y ahora incluso a que haya un salario mínimo establecido.
Beatriz, una joven salvadoreña con problemas graves de salud que pueden llevarla a la muerte en caso de dar a luz, oculta su apellido y su rostro para pedir en televisión a Mauricio Funes, presidente de El Salvador, que se le autorice a abortar el feto que lleva en su vientre y cuyas malformaciones congénitas (falta de parte del cráneo y del cerebro) harán que su nacimiento sea para nada, porque sólo le aguarda la muerte. Como a ella.
Esa mujer tiene que suplicar al presidente de un país que se le deje actuar como un ser libre, como dueña de su vida y de su cuerpo, no como la esclava sacrificial de un proyecto de ser humano que, para colmo, en su caso es inviable. Implora ese derecho a vivir porque en El Salvador el aborto está prohibido y el Tribunal Supremo salvadoreño le prohíbe a ella en particular abortar pese a las circunstancias. Monstruos togados cuyo tranquilo dictamen debería entrar en la Historia Universal de la Infamia.
En un mundo donde el deseo se ha hecho moneda de uso corriente y el afán de libertad personal y de independencia torna la rutina y el conformismo insoportables, no es fácil dar con una pareja. Levantar ese puente comunicante entre dos ríos de vida con sus meandros, tan necesario de renovar en ocasiones para no limitarse a dejarse llevar por la corriente, requiere pasión e inteligencia (sí, las dos: no son términos antitéticos).
Pero cuando además hay que afrontar el odio de los otros, cuando el amor es visto como una ofensa merecedora de castigo, se precisa madera de héroe para seguir adelante y luchar por la propia felicidad. Decenas de miles de personas salen a la calle en Francia (y en otros países) para tratar de impedir que las parejas homosexuales tengan los mismos derechos que ellas. Un carnaval de odio que a veces acaba en agresión. El amor de Vicent y Bruno, el primer matrimonio gay francés, es sin duda un amor heroico.
Cuando se lee un libro de Historia dan ganas de avisar a los protagonistas sobre las consecuencias de sus actos. Pasamos las páginas y vemos cómo la catástrofe se acerca ineluctable ante la ceguera de los hombres, estando tan claro lo que va a pasar... Es una lucidez retrospectiva que no suele darse en tiempo presente.