Un mantra repetido por el gobierno español para desacreditar las protestas contra su política de recortes es que estas dañan la “marca España”. Como si el país fuera una fábrica de latas de conserva que hay que promocionar. En una sociedad cuyos regidores ven a la nación como un producto más a vender en los centros comerciales, cómo extrañarse de que todo se mida sólo, única y exclusivamente en términos de rentabilidad.
De lo inteligente y acertada que es esa concepción social da prueba el hecho de que uno de los autores en EE.UU. del artículo que acaba de anunciar el mayor avance en clonación biológica sea la española Nuria Martí, una científica obligada hace dos años a dejar España por los recortes del gobierno en investigación. Claro que existe la marca España: es la herida que deja el desamor de una patria que no es madre sino madrastra de sus ciudadanos. Hay millones de españoles cuyas vidas llevan la marca de esa herida.
La nueva ocurrencia de las autoridades españolas es suprimir 48 líneas de ferrocarril de media distancia, o sea, dejar colgados a millón y medio de usuarios. Esas líneas (léase, las vidas de esos usuarios) no son rentables. Después de la supresión de los vuelos de Iberia a Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico, esto da idea de la mentalidad con que se gobierna España.
El señor Rajoy, al frente del PP y con una determinación tan temible como necia, pretende dar marcha atrás al tren de la Historia, atropellando a cuanto ciudadano se cruce en su camino. Y ante las protestas y falta de acuerdo con sindicatos y oposición, afirma: “No pasa nada. El Gobierno sabe lo que hay que hacer”. Lo que todavía no parecen saber, ellos que lo saben todo, es que a este paso y como señalan ya de forma unánime las encuestas, son ellos quienes van a quedarse en la próxima estación electoral a ver pasar los trenes del futuro, como chatarra política en desuso.
Ha hecho falta que un comandante de las milicias contrarias al gobierno de Siria le arrancara el corazón a un enemigo y lo mordiera delante de una cámara para que los medios que sólo hablaban de víctimas del ejército sirio y de coches-bomba sin dueño (al parecer se ponen solos o, más cínico todavía, se acusa al propio gobierno sirio de cometer atentados contra sí mismo) empiecen a reconocer que en la guerra civil que desgarra Siria el horror se practica en ambos bandos.
No hay que ser un lince para ver que en el caos de una guerra de ese género medra siempre lo peor. Las dudas de ONU sobre el posible uso de armas químicas por parte de los insurgentes son otro dato más a tener en cuenta. La implicación de Al Qaeda también. Seguir alimentando el conflicto sirio y permitir que Israel lo aproveche para sus ajustes de cuentas es poner en riesgo toda la región. Por una vez habría que dar protagonismo a la diplomacia y renunciar al todo o nada.
Lo mejor de los cambios radicales (los que van a la raíz, bien diferentes de los que son extremistas) es que hacen muy difícil volver a la situación precedente. Tan radical fue el cambio que supuso la conquista del derecho al voto de las mujeres y su reconocimiento como ciudadanas en pie de igualdad, que los intentos de devolver a la mujer al pasado de dominación patriarcal incontestada hallan obstáculos incluso entre las filas de sus defensores.
En el seno del PP hay resistencias a la nueva ley del aborto que el extremista ministro de Justicia español pretende aprobar para retirar a la mujer la soberanía sobre su cuerpo, el cual quedaría sometido no sólo a las decisiones del poder (mayoritariamente masculino), sino a los pretendidos derechos de un embrión. Pero esa mujer expropiada de su libertad es una vana fantasía retrógrada de la derecha y la Iglesia: mucho ha avanzado para dejarse convertir en ciudadana de segunda.
Incluso quienes han defendido a ultranza las políticas de austeridad son conscientes de que ese no es el camino para salir de la crisis económica o, al menos, que ya no es el camino (en términos militares, una vez saqueadas las arcas públicas y efectuada la transferencia de rentas del trabajo al capital, “la misión está cumplida”).
Pero este domingo, a pesar de las manifestaciones en toda España de protesta contra los recortes en el segundo aniversario del 15-M, ha quedado claro que pese a su sordera es este gobierno quien va a dictar las leyes. Los movimientos sociales sólo incidirán de verdad en el orden económico cuando se articule una opción política que llegue al gobierno con voluntad de gobernar en defensa de los derechos sociales. Limitarse a descalificar a la clase política tampoco es el camino si no se genera una nueva representación política que promueva una democracia a la vez representativa y participativa.
La muerte de la novela es anunciada de manera recurrente desde hace décadas, cual si fuera una epidemia cíclica. El fin del mundo narrativo conocido. Hace unos años fue Eduardo Mendoza el mensajero de la catástrofe. Y, hace un mes, Luis Goytisolo certificaba su agonía en su ensayo “La naturaleza de la novela”.
Para ver que la novela que matan goza de buena salud basta enumerar títulos aparecidos en los últimos años: “El sueño del celta”, “El ruido de las cosas al caer”, “El hombre que amaba a los perros”, “Nuestra Señora de la Noche”… Pero la insistencia en la profecía hace pensar que, en realidad, cuando se habla de la muerte de la novela se está hablando de otra cosa. De la propia dificultad del autor, con el paso de los años, para seguir encontrando la clarividencia del acto creativo. De la pérdida de protagonismo social de la novela en la cultura de hoy. Más que del fallecimiento de un género, se trata de una herida de vanidad.
El circo político español ofrece cada día un nuevo espectáculo que supera a los precedentes. Ahora es el turno del gobierno del PP en Aragón, a cuya consejera de cultura se le ha ocurrido rebautizar a la lengua catalana que se habla en Aragón con el nombre de lapao (Lengua Aragonesa Propia del Área Oriental). Será que la palabra catalán les molesta tanto como la palabra desahucio y juegan a esconderla.
Aparte el chiste de que exista ya en China una lengua que se llama así - no por ser el acrónimo burocrático de un engendro político, sino porque ese es el nombre que le ha dado el tiempo-, lo que está claro es que asistimos al nacimiento de una nueva especie en el hábitat político español, los Tonsifros (Tontos Sin Fronteras), de nefastos efectos sobre la vida colectiva. A ella pertenecen la Juana de Arco del Liberalismo y el señor Gallardón, ministro de Justicia, Adán y Eva artífices del pecado original de estupidez de su especie.
La determinación del gobierno del PP resulta admirable, aunque su política sea deleznable. La perseverancia en las decisiones, la convicción de que el daño causado es justo e inevitable (por más que desate protestas, como las de hoy contra la ley de educación, por ejemplo), la voluntad de aplicar su verdadero programa, no el que presentaron hipócritamente en las últimas elecciones… La derecha española gobierna al dictado de sus ideas y lo hace sin componendas.
Es una lección magistral de determinación política. Y la izquierda haría mal en no aprender de su ejemplo y en no aplicar, con la misma determinación, sus ideas de justicia cuando vuelva al poder, que lo hará. Para ello necesitará del apoyo constante de la ciudadanía. Algo que puede lograr si propone políticas que recojan las aspiraciones de esta y si comprende que los movimientos sociales sólo son enemigos de los políticos sumisos al interés de los poderosos.
En el terreno del arte bien puede decirse que existen dos clases de belleza: aquella que celebra la vida y aquella que celebra el poder. Ambas pueden ser igualmente bellas, pero de la segunda, por mucho que te guste y que la admires, hay que desconfiar siempre porque lleva dentro la semilla de la injusticia.
Los museos del Vaticano han descubierto, al restaurar un fresco de Pinturicchio, las primeras imágenes de indios taínos, pintadas tan sólo dos años después del Descubrimiento a partir de la descripción hecha por Colón. Y en el elegante muelle de Burdeos se pasa desapercibidamente, entre decenas de bustos de ciudadanos bordeleses, ante la cabeza esculpida de un negro. Taínos en el corazón del poder eclesiástico que aniquiló su religión y persiguió sus “herejías”. Un solitario negro en el barrio más elegante de la ciudad cuya abundancia y belleza son frutos del tráfico de esclavos. Qué terrible lección de estética.
El continente europeo, productor de emigrantes durante siglos (de dónde si no los millones de ciudadanos de toda América que llevan apellidos españoles, franceses, ingleses, italianos, irlandeses, portugueses…), está hoy enfermo de xenofobia. El auge de la extrema derecha en Grecia, Hungría y Reino Unido, se acompaña de las políticas contra la inmigración de gobiernos de derecha supuestamente democráticos, como los de Cameron o Rajoy.
En Inglaterra se va a castigar a los propietarios de pisos que alojen a inmigrantes ilegales. Y en España hay normativas que penan retirar comida de las basuras. Se trata de hacer imposible la vida de esos inmigrantes. Que no tengan techo que les cobije ni alimentos, así sean desechados, que maten su hambre. En nombre de la salud pública y el orden. Doblan campanas para avisar del peligro de la inmigración, pero en realidad están anunciando nuestra propia y despiadada decadencia.