La Seguridad Social española tiene déficit por primera vez (una oportunidad de negocio para la sanidad privada). El recorte en ayudas a personas dependientes deja sin prestación a 30.000 ciudadanos españoles, que la necesitan para tener una vida digna. El gobierno de Rajoy aprueba avales a la banca por valor de 100.000 millones de euros. Son hechos. Ahora, echemos cuentas.
Dos premios Nobel de economía, Krugman y Stirglitz, insisten en que la obsesión por recortar el déficit del Estado lleva a la recesión en un círculo infernal: con menos ayudas sociales, menos inversiones públicas y congelación salarial, el consumo cae y el paro crece. Un camino directo al déficit de la Seguridad Social. Se detraen miles de millones del gasto público y se hace un aval millonario a la banca. Y con la mitad de los sueldos de los ejecutivos bancarios se mantendrían las prestaciones de dependencia recortadas. Esto es un verdadero robo.
En las islas Baleares se exige a las mujeres que paguen el aborto por adelantado, como si fuera un crucero mediterráneo y no un drama. En Tarragona, quien sufra un infarto después de las cinco de la tarde se puede olvidar de acudir a los hospitales locales porque a partir de esa hora cierra el servicio y tendrá que hacer cien kilómetros para que le atiendan. Hay ya varios casos denunciados de fallecidos por deficiencias en la atención médica en Cataluña.
En Portugal, los pacientes van a pagar 20 € por ir a urgencia hospitalarias (en un país cuyo salario mínimo no llega a 500€ al mes) lo que convierte la enfermedad en un lujo para los pobres. En la prensa y en los Parlamentos europeos se discute sobre el alcance de los recortes del gasto del Estado. Se cruzan teorías económicas y acusaciones, pero lo que se está recortando no es el gasto sino la vida de los ciudadanos, una vida que no vale nada para los soberbios gobernantes de Europa.
Repasar la actualidad es cada vez más como adentrarse en una de esas series policiales que invaden la televisión: muertos por doquier, mentiras, corrupción y tecnología. La realidad produce vértigo, al menos la realidad mediática, porque luego en la calle la vida sigue obstinada y multifacética, alejada de ese mundo en blanco y negro que se nos pinta.
Es cierto que la crisis está haciendo la vida cada vez más estrecha a la mayoría. Pero a ello se suma el miedo que propagan las autoridades. No hay líder europeo que no vaticine un año horrible. No es que dispongan de una bola de cristal donde ver el futuro, es que son ellos mismos quienes están hundiendo a la sociedad en la desesperación con una política económica destinada en realidad a enriquecer a unos pocos, pero que se presenta como inevitable y científica. Saben muy bien lo que están haciendo: el miedo es la cortina de humo que necesitan para esconder su responsabilidad.
Antiguamente el caballo era símbolo de posición social. Poseer uno y tener derecho a montarlo era ser un caballero, alguien por encima de la plebe. El automóvil se ha convertido en símbolo de nuestra sociedad. El acceso mayoritario al auto expresa el nuevo papel de la plebe (hoy pueblo) en la Historia. Pero el valor simbólico del coche va más allá.
Es la representación del insolidario individualismo imperante, por el que se paga un precio doblemente terrible: en contaminación que amenaza al planeta y en vidas humanas, con 3.000 muertos al año en accidentes de auto en el mundo (cifra que deja en ridículo a los terroristas). Y es medida del estado de riqueza de un país y espejo de su desigualdad: Las cifras de ventas de coches en España son las más bajas desde 1993; sin embargo, el sector de coches de lujo se ha disparado. Prueba definitiva de que si la crisis la sufre la mayoría, hay una minoría que se está haciendo de oro con ella.
Si de algo necesita liberarse urgentemente la Unión Europea es de la concepción de la política imperante en ella y de los políticos que la dirigen. Que los países que acumulan gran parte de la riqueza del mundo recorten derechos sociales, congelen salarios y prediquen el miedo al futuro como herramienta política mientras sus élites política y financiera acumulan poder y dinero desvergonzadamente, es señal de que hay que cambiar de rumbo ya.
El bipartidismo que divide Europa entre partidos socialistas y conservadores (con algunos grupos minoritarios marginalizados institucionalmente) ha revelado su verdadera condición: económicamente son las dos caras de la misma moneda. Sus diferencias son de matiz y de gestos: es la elección entre lo malo y lo peor. Hacen falta otra política y otros políticos. Y ciudadanos con coraje para emprender ese giro. Es hora de rescatar la democracia de sus manos antes de que sea tarde.
Dios Cronos, viejo e incansable, reiterativo y teatral, siempre fingiéndote nuevo. Tuyo es el poder y la triste gloria de gobernar la vida entera, de acumular años como un avaro, desmigar minutos con maneras de hambriento, alargar las noches cual amante y acortar los días cual usurero.
Eres escritor de existencias, testigo de lo invisible, notario de afrentas, jardinero de esperanzas, soplón de secretos, malabarista de la materia que de la piedra haces arenisca y al agua conviertes en piedra. Gran decorador del mundo, caprichoso con las formas, tramposo titiritero de la memoria, compañero inseparable hasta que la muerte nos separe, la nuestra, no la tuya, que te pretendes eterno. Y sin embargo, nosotros somos tu reloj, tus inventores, los esclavos sin los cuales nada tienes. Hoy inauguras de nuevo tu reino. Que sea para bien, viejo embustero. Tienes 365 días más para mostrar que haberte creado no ha sido tan necio.
Se acaba 2011. Pocos años habrán sido despedidos con tantas ganas como este que acaba. Pocos han sido recibidos con tanto recelo como el que comienza mañana. Hace semanas que se oye a nuestros líderes decir que el mundo no volverá a ser lo que era. Pero el mundo lleva sin ser lo que era desde el origen de los tiempos pues el cambio es la esencia de la vida. ¿Qué se quiere decir pues con esa obviedad?
Uno podría ilusionarse pensando que es el anuncio del fin de las injusticias, de la codicia como medida de todas las cosas, de la violencia como herramienta política, de la discriminación y el hambre. Pero más bien parece que se anuncia el fin de los derechos sociales adquiridos tras siglos de lucha. De lo que nadie habla es del final del capitalismo, presentando como sistema inamovible. Regresar a la explotación del XIX es imposible. ¿Qué nuevas formas de opresión están por llegar? Probablemente este nuevo año empezaremos a saberlo.
Mientras el mundo vive en la incertidumbre de la crisis, los jugadores más astutos mueven sus fichas en el tablero planetario, aprovechando el desconcierto general para intentar ganar posiciones. Irán despliega las mayores maniobras militares que se recuerdan en el Golfo Pérsico. EE.UU. envía barcos y amenazas a la zona. La temperatura prebélica sube.
Son años de tira y afloja entre Irán y Occidente sobre el uso de tecnología atómica. Un derecho para los iraníes, que proclaman sus fines pacíficos. Una amenaza para EE.UU. e Israel, que sospechan su uso militar. Los gestos retadores van de un lado a otro. Israel, que tiene la bomba, y EE.UU., que es el único que la ha usado contra población civil, amagan con atacar a Irán. Y el gobierno de los ayatolás prosigue con su calculada ambigüedad y saca pecho. Son juegos guerreros pero ya se sabe que la guerra es una tentadora salida para las crisis. Habría que tomárselos en serio.
El nuevo presidente del gobierno español ha decidido hacer realidad los recortes prometidos de la forma más brutal, injusta y mezquina: congelando por primera vez en la historia de la democracia española el salario mínimo de los trabajadores, que ya era para meter frío. La vida sube y si el salario mínimo no lo hace, uno no se queda como estaba, se queda con menos porque su dinero vale menos.
La tragedia de esta crisis económica es que sus efectos se están utilizando como excusa no para corregir las causas que la produjeron sino para conseguir sin piedad lo que la derecha lleva décadas intentando: desmontar todos (absolutamente todos: de la sanidad universal al subsidio de desempleo) los avances logrados por dos siglos de lucha obrera. El capital se enriquece descaradamente, el Estado sufraga sus vicios y sus errores, y quienes pagan la cuenta son los trabajadores, que no han tenido responsabilidad alguna en la crisis.
¿A quién no fascina la figura del pirata? Con sus maneras temerarias, su desprecio a la propiedad y su astucia, despierta la simpatía de los lectores y se convierte en símbolo de rebeldía contra el poder. Pero a ningún lector le hubiera gustado hallarse a bordo de uno de los barcos abordados por piratas. Que les pregunten a los marinos que faenan en las aguas de Somalia.
La figura del pirata de internet, que se apropia del trabajo de escritores cual si abordase un barco y al que el nuevo ministro de cultura español ha declarado la guerra, reclama para sí la simpatía del pirata clásico y se pretende símbolo de rebeldía. Pero actúa como actuaban los verdaderos piratas, no los de ficción: atacando al más débil. En este caso, a los desprotegidos creadores que, carentes de los beneficios sociales que tienen otros colectivos de trabajadores, ven cómo se les roba también el fruto de su trabajo. El pirata real no tiene ninguna gracia.