Sábado, 15 Octubre 2011 05:00

La utilidad de los esfuerzos inútiles

Decía Ortega y Gasset que los esfuerzos inútiles conducen a la melancolía. El problema es cómo se mide la utilidad de un esfuerzo. ¿Fue útil el de Espartaco al levantar a los esclavos contra la poderosa Roma? ¿Y el de los obreros de Chicago, el 1 de mayo de 1886, al luchar por la jornada laboral de ocho horas? A Espartaco lo crucificaron y a los dirigentes obreros de Chicago los ejecutaron. Pero hoy la esclavitud está abolida y las ocho horas ya no son un sueño.

Pese al poder del absolutismo y de los prejuicios, en el siglo XVIII ya se pedía democracia y un sufragio universal que diera voto a la mujer. Hoy los indignados del mundo reclaman una auténtica democracia y el fin de la dictadura de los mercados, frente al aparentemente inamovible poder del dinero y las armas. ¿No será que lo mejor de la Humanidad sólo se alcanza, precisamente, con esos esfuerzos que quienes defienden el orden establecido presentan siempre como inútiles?

Viernes, 14 Octubre 2011 05:00

¡Clinc!

Cuando una bala se dispara en Libia, Afganistán, Gaza, Colombia o México, una máquina registradora hace ¡clinc! en alguna oficina de Nueva York, París, Madrid, Moscú o Londres. Sólo que el ruido de las bombas y los gritos no permiten escucharlo. Se habla de paz, pero se la proclama y traiciona en un mismo acto. La palabra paz suena en ciertas bocas como el impacto de un proyectil en un cuerpo humano: ¡zap!. Como si sus tres letras fueran el eco de un disparo.

Todo esfuerzo es poco para la paz, se dice, pero el camino de la paz lo controlan los guerreros. Luego ningún gasto es suficiente para preparar la guerra. Y se invoca el miedo a la guerra para usar las armas que habrán de destruir todo aquello que se reconstruirá después; para que continúe así la liturgia discreta de sagradas cuentas bancarias. ¡Clinc! La música de la codicia. El ritmo interno de una lógica: la que convierte la desdicha y la muerte de unos en el negocio de otros.

Jueves, 13 Octubre 2011 08:02

Milagro es Lisboa

Por una vez, hay cita para asistir a un milagro. Esta tarde, a las 18h30, Ana María Matute presentará en el Instituto Cervantes su novela La Torre Vigía. Eso quiere decir que la literatura va a encarnarse en Lisboa. La literatura.

En los treinta años que hace que conozco a Ana María Matute, nunca le he oído hablar de cifras de ventas de sus libros, de estrategias de promoción ni de cómo es tratada por la crítica. Cuando supe que había estado nominada al Nobel, tuve que preguntarle si era verdad. Me dijo “sí, tres veces”, y empezó a hablarme de la soledad terrible del rey Gudú, de ese universo de belleza y barbarie en el que transcurren sus novelas. A veces en el presente, otras en un pasado sin fecha que es todos los pasados de la Humanidad, como el de esa torre vigía que presentará esta tarde. Me habló de los sueños, las pasiones y las criaturas alumbradas por su fantasía creadora. Me habló de la vida. Me habló de literatura, de verdad.

Miércoles, 12 Octubre 2011 08:02

La cosecha americana

Hace mil once años, un vikingo se anticipó en cinco siglos al viaje de Colón que hoy se conmemora. Leif Eiriksson fue el primero en poner nombre al Nuevo Mundo. Lo llamó Vinland. Es decir, “tierra de viñedos”. Por las vides salvajes que encontró en lo que ahora es frontera entre Canadá y los Estados Unidos. Y porque los bárbaros sabían apreciar el placer civilizador del vino. También el de la escritura, como prueba la saga que narra su peripecia.

Tras el “Descubrimiento”, a América viajaron el arte de hacer vino y la lengua española. Cinco siglos después, a las vides silvestres americanas, inmunes a la filoxera, debemos la salvación de los viñedos europeos, injertados hoy sobre raíces de aquéllas. Y del imaginario de América Latina  fueron llegando textos que han hecho definitivamente universal a la literatura en lengua española. Cosecha tras cosecha. En el mundo ya no se escribe igual después de Borges y García Márquez.

Martes, 11 Octubre 2011 00:02

Agencias tóxicas

Las agencias de calificación juzgan a bancos y naciones, ahora también a autonomias, diputaciones y ayuntamientos. Incluso a los Estados Unidos, país que se atribuye el  privilegio de ser juzgador universal pero impune ante el resto del planeta. Será seguramente porque la verdadera primera potencia mundial no es una nación con fronteras políticas sino un poder económico sin fronteras: el del capital. Un dios idiota que reina en el centro del caos, como definía Lovecraft en sus relatos al monstruoso dios Azathoth.

Pero hay que ser muy ciego (o estar decidido a serlo) para no ver que su idiocia es sólo respecto del interés general. Que sus opiniones envenenan la vida económica y perjudican a la mayoría para provecho de algunos. Que el caos que crean es donde medran astutos los especuladores. Las agencias contribuyeron a provocar la crisis y ahora la agravan. ¿A qué se espera para regularlas y poner coto a su poder tóxico?

Lunes, 10 Octubre 2011 00:20

¿Qué pasaría?

¿Qué pasaría si, al igual que se dedica tanto espacio a los modelos, con sus galerías de fotos, se dedicaran en la prensa virtual páginas y páginas a una amplia y variada representación de escritores y se reprodujeran algunos de sus relatos, para que los lectores pudieran disfrutarlos o descubrirlos? ¿Qué pasaría si se hablara de autores que van más allá del gusto mayoritario y se diera espacio a los libros, más allá de los suplementos?

A lo mejor el mundo literario conseguiría escapar a la imparable decadencia de la endogamia, esa coyunda incesante en los medios de comunicación de los grupos editoriales que hablan de, para, entre y sobre sus propios autores, con una especie de autismo grupal donde no caben ni el verdadero debate ni los otros. Porque el mundo literario es más grande que las siglas de una Sociedad Anónima. A la literatura no la pueden matar las nuevas tecnologías sino la propia mezquindad de los mercaderes.

 

(HOY, además, "Fuera de juego" publica la reseña del libro La belleza bruta, de Francisco Font Acevedo)

Lunes, 10 Octubre 2011 00:00

«La belleza bruta»

Puerto Rico tiene la extraña propiedad de ser invisible para buena parte de los habitantes del planeta y muy especialmente para la mayoría de los editores europeos. Sólo eso explica dos fenómenos sorprendentes: la incapacidad de muchas de las personas que conozco para ubicarlo en el mapa y la ausencia de la literatura puertorriqueña, salvo contadísimas excepciones, de los catálogos editoriales europeos.

De modo que la olla literaria boricua (término con el que los puertorriqueños gustan  denominarse a sí mismos) se ha ido cocinando por su cuenta en un desigual juego de influencias: abierta a las noticias del mundo, que llegan puntuales a la isla, e ignorada por ese mismo mundo en el que se mira.

Sólo eso explica también la moderna madurez de una pieza literaria como la que ahora comento, este libro de relatos del puertorriqueño Francisco Font Acevedo, y el que a fecha de hoy a nadie se le haya ocurrido publicar dicho libro de este lado del Atlántico, a pesar de haber recibido los más encendidos elogios de Luis Rafael Sánchez y Mayra Santos-Febres, dos de los raros autores puertorriqueños que han encontrado eco en Europa.

El de Font Acevedo no es una mera recopilación de cuentos sino un auténtico libro de relatos dotado de coherencia interna, en el que unos textos reenvían a otros y establecen sutiles e irónicas resonancias. Es un proyecto literario, no el fruto de ningún oportunismo editorial, que ha conocido dos ediciones. La primera en 2008 y esta segunda, revisada y corregida, en 2010, prueba de la labor puntillosa y hasta obsesiva de su autor.

El mundo de La belleza bruta es un mundo netamente puertorriqueño, esto es, un territorio cultural mestizo, híbrido de una lengua española rabiosamente defendida y de la paradójicamente enriquecedora contaminación de una lengua inglesa macerada entre las barriadas de emigrantes hispanos en Estados Unidos y la propia presión que esa lengua neo-colonial ejerce en la isla. Un mundo cultural, pues, que lleva en su seno un contradictorio germen de universalidad y que tiene varias ubicaciones en el atlas: las islas de Puerto Rico y también algunas de las más populosas ciudades de Estados Unidos, particularmente Nueva York.

En ese territorio se tejen las pasiones, lenguajes entrecruzados, simbologías contrapuestas y sueños insatisfechos que mueven a los personajes de Font Acevedo, siempre bajo el signo de la desmesura, a través de textos que tanto pueden ocupar las seis páginas del relato inicial como convertirse casi en una novela corta, como le sucede al ubicado justo en el medio del libro.

Desde rituales sádicos en familias de orden, en el relato Guantes de látex, a la creación de leyendas criminales urbanas como la del adolescente protagonista de a.C. y d. C.; desde imposibles amores de barra de bar hasta la feroz desesperación de una residencia de ancianos; mezclando violadores y escritores, asesinos y profesores, la escritura de Font Acevedo levanta sus personajes siempre a partir de la incertidumbre. El lector siente que se adentra en un territorio hostil, un campo minado, sea cual sea el tono del relato, en el que la verdad va a explotarle bajo los pies en cualquier momento. Pocas veces he sentido tan vivamente la emoción de la expectativa narrativa como en estas páginas, que constituyen un lúcido viaje al corazón mismo de estos tiempos violentos que nos ha tocado vivir y de los cuales la sociedad puertorriqueña es bien representativa.

Pues por más que la publicidad  califique a Puerto Rico de Isla del Encanto y que su hermosa Naturaleza parezca empeñada en corroborar ese calificativo, el mundo puertorriqueño es un mundo cultural y socialmente perturbado, resultado de conflictos irresueltos cuyos ecos resuenan como tumbadoras debajo de cualquier apariencia de armonía o equilibro. El suyo es un pulso de violencia, de insatisfacción, de marginalidades que sólo se tornan visibles bajo el potente foco de músicas que laten con el mismo ritmo de la calle, ya sean “reguetoneros” o tocadores de “bomba”, y de prosas que actúan como navajas sobre el papel, afiladas y precisas, como sucede con estos relatos que dibujan el mosaico inquietante de un mundo desquiciado. Qué placer como lector encontrar un autor que sabe transformar en belleza la brutalidad de tan terribles materiales.

El libro: La belleza bruta. Ediciones Aventis. San Juan de Puerto Rico. 2010. 278 pags.

El autor: Francisco Font Acevedo, escritor  puertorriqueño nacido en Chicago el 15 de septiembre de 1970. Es autor de los libros de relatos Caleidoscopio y La belleza bruta.

Domingo, 09 Octubre 2011 01:41

¡A por ellos!

¿Pero hasta cuándo ese odio? Es difícil no peguntártelo. Los delegados del partido de la derecha española berreaban ante su candidato un unánime “¡A por ellos!” dirigido contra sus rivales de izquierda. Y no basta que si ganan después las elecciones ese grito no vaya a teñirse de sangre, como se teñía en otras épocas. Porque queda su eco. Un odio que reverbera en las paredes del tiempo y que no parece saciarse nunca.

No han bastado cinco siglos de imposición feroz del catolicismo a sangre y fuego. No ha bastado hacer y ganar una guerra civil, que dejó cientos de miles de muertos durante y después del conflicto. No es suficiente haber mandado al exilio a generaciones de españoles. Ni siquiera importa que su líder hable de concordia. Han bastado ocho años de pacífico gobierno de izquierdas para que su legítima discrepancia de ideas se convierta en triunfal rugido vengativo. España sigue siendo cosa suya y los demás sobramos.

Lunes, 17 Octubre 2011 05:02

Vergüenza ajena

El problema con algunos de los presidentes y expresidentes de gobierno es que son como esos parientes que nos avergüenzan. Como ese tío autoritario cuyas opiniones oscilan entre la chulería y la infamia. Como esa prima tonta de remate de cuya boca nunca salió una palabra interesante. No nos gustan y si los encontráramos por primera vez en la calle jamás serían amigos nuestros, pero los soportamos porque son de la familia.

También estos líderes políticos son nuestros aunque uno no les haya votado. Hablan en nombre de todos.  Y son capaces de mentir sobre la autoría de un atentado, mofarse de quienes les critican o apoyar la creación de escudos de misiles. Y se nos sientan a la mesa en el telediario. Y sonríen satisfechos de sus atrevimientos. Decía John Huston en Chinatown: “los políticos, las putas y los edificios feos, si duran lo suficiente terminan por volverse respetables”. Será así, pero dan tanta vergüenza ajena...

Sábado, 08 Octubre 2011 00:02

Cuando un escritor muere

El escritor español Félix Romeo ha muerto joven. Otra traición de la traidora Naturaleza. Un drama personal. Pero la muerte del escritor también es nuestra. Es una puerta cerrada tras la cual se pierden mundos que ya nunca conoceremos. Gracias a la literatura el universo se expande con más potencia que la generada en su Big Bang fundacional, porque deja de ser uno para volverse tantos. Universos paralelos donde cada uno puede ser al fin todos los “yo” que le habitan. Incluso aquéllos que ignoraba llevar dentro.

Cuando muere un escritor, perdemos una parte de lo mejor de nosotros mismos: esta inexplicable capacidad de ser más de lo que somos, de ir más allá de la primera frontera, la de la propia piel. Hay un panteón invisible escondido en la virtualidad de nuestro imaginario colectivo. Allí honramos a los dadores de sueños, mientras acá los mercaderes han invadido el templo de la literatura. Pronto será un culto secreto.